jueves, 8 de julio de 2010

Entrevista al escritor mexicano Agustín Ramos

Agustín Ramos es un escritor originario de Tulancingo, Hidalgo, con presencia en el ámbito literario desde hace tres décadas. Su derrotero es sólido en el campo de la novela mexicana, con hondas raíces en la historia y los conflictos de la sociedad. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Es autor de las novelas Al cielo por asalto, La vida no vale nada, Como la vida misma, Tu eres Pedro, La visita (Un sueño de la razón), La noche, y Olvidar el futuro, la más reciente. Su estancia en Chetumal, la capital quintanarroense, para dictar varios cursos y talleres, nos permitió un diálogo sobre las coordenadas de su profesión y su visión de la literatura nacional y estatal, entre otros temas.

El faro: García Márquez pregona que la profesión de escritor es la más solitaria del mundo. Ser escritor es una profesión sui géneris, incomprendida, en apariencia inútil en este mundo de consumismo y banalidad. ¿Cómo percibe su profesión?

Agustín Ramos: Para mí, independientemente de lo variable del estado de ánimo que te hace percibir la cuestión de muy diferentes formas, siento la escritura como un trabajo de estrategia para que sobrevivamos, no sólo los escritores sino en general los seres humanos y el planeta। En pocas palabras, se trata de trabajar para que todo acto de creación artística y/o de conocimiento se establezca como un hecho social imprescindible; de otra manera seguiremos retrocediendo a la barbarie que se revela y se disimula a la vez en el consumismo y la banalidad.

El faro: Y cómo trabaja el novelista cotidianamente, en qué circunstancias, bajo qué condiciones.

AR: Pertenecer al Sistema Nacional de Creadores Artísticos es un privilegio que te permite trabajar de manera desahogada. La lap top, lo mismo. Ya traes todo un escritorio integrado a tu equipaje y puedes escribir hasta en el avión. Aunque la verdad yo prefiero estar en mi estudio y tener cerca mis libros, sentirme dueño de mi tiempo y de mis ocios. Por otra parte, trabajar sin becas, como lo hacen la mayoría de mis colegas, me parece una proeza: cuando veo que así lo he hecho la mayor parte de mi vida, me siento casi casi heroico. ¿Qué te puedo decir de las revistas independientes sino que son verdaderas locuras quijotescas?

El faro: De sus inicios a hoy, las herramientas para trascribir la palabra escrita y toda comunicación han sufrido un salto vertiginoso ¿Cuál es la relación de Agustín escritor con la tecnología, con las computadoras, con los procesadores de texto, con internet?

AR:
Mi relación es buena a secas. De mi parte, es respetuosa, hasta tímida. Esto de la timidez, por no decir temor, se debe a las perversiones comerciales que se mueven, esconden y manejan detrás de cada avance. No puedes hacerte de una lap sin que a diario, ¡a diario!, te estén ofreciendo ac-tualizarla (por supuesto, con un costo y un doble inconveniente: si rechazas los avances te arriesgas a despertarte un día completamente fuera de la jugada, y si los aceptas tu máquina se va haciendo cada vez más lenta y así te metes en la espiral del consumismo.

el faro:
Su ópera prima se desgaja de un hecho histórico de México, el movimiento estudiantil del 68 y sus consecuencias. ¿A tantos años de distancia, cómo ve hoy ese esfuerzo literario suyo por dar una palabra propia a esa experiencia?

AR:
Creo que para hablar de eso necesito referirme a la distancia porque es una cuestión de perspectiva. Cuando estaba escribiéndola era un ejercicio tan placentero como doloroso: un solo de oboe. Luego, me avergonzaban los resultados y estaba más de acuerdo con las críticas en contra que con las favorables (hubo muchísimas, de todos los sabores). Hoy la distancia me hace sentir, no sé, una especie de ternura por ese esfuerzo. Aún me sorprende que a la gente le guste, porque yo nunca terminé de sentirme a gusto con el resultado. Final-mente, la siento cada vez menos mía y más de los lectores que asombrosamente la siguen cultivando.

el faro: De la primera novela suya a la más reciente, Olvidar el futuro, ¿Hay un hilo conductor de su obra? O qué giros y rumbos debió tomar su trabajo literario con el paso de los años।

AR: Si algo me hace sentir autor de Al cielo por asalto es la pasión tal como la entiendo; es decir, como padecimiento del que no quiero ni puedo curarme y como fuerza vital que me pone en movimiento। Así que el hilo conductor sería esa pasión. En cuanto a lo que denominas giros o rumbos, lo reduciría a una sola palabra: experiencia. Seguiré queriendo decir lo mismo pero quiero decirlo mejor, hasta que consiga decirlo: aún me falta mucho y ganas no me faltan, pero cuando me vence el realismo siento que ya no encuentro fuerzas, ni en mí ni en el mundo. Es triste…

el faro: La literatura mexicana está integrada por círculos, a veces de poder, que muchas veces cierran el paso a noveles escritores, a nuevos esfuerzos, a dinámicas de creación. ¿Persisten esos guetos en el ámbito literario del país en pleno siglo XXI?

AR: Por supuesto। Más que nunca, y de manera más sutil, más taimada. La necesidad (a veces de logros y estatus que bien vistos no valen gran cosa) le resta escrúpulos al gremio. Pero lo peor no es eso -eso siempre ha existido-, lo peor es el triunfo del mercado. Y mira qué clase de triunfo: sobre las cenizas de un planeta y de la inmensa mayoría de sus habitantes.

el faro: Carlos Fuentes, Juan Rulfo, por mencionar dos apenas, son íconos de la literatura de la segunda mitad del siglo pasado। Después del impulso de los años 60 y 70, en los cuales se inserta el inicio de su obra al menos cronológicamente, ¿Cómo ve hoy la literatura nacional? ¿Hay un siglo XXI que dejó atrás al XX en materia de literatura? ¿Hay continuidad o hay rupturas de las nuevas generaciones?

AR: Paradójicamente la veo muy bien, más poderosa y eficaz que nunca. Ignoro si alguna vez la literatura de este país contó al mismo tiempo con tantos y tan variados buenos escritores. El problema es que no hay salidas, salvo para algunos que, o hemos tenido la suerte de aparecer apenas a tiempo para salvarnos del aplastamiento total u otros que han sabido recurrir a diferentes tácticas –como son los agrupamientos tipo crack, el atrincheramiento en la academia, la especialización en hacer relaciones públicas y en agenciarse premios, el paso de los humildes talleres literarios a los rimbombantes doctorados en creatividad literaria–; o bien quienes hacen esfuerzos verdaderamente heroicos por auto-publicarse.
Unos pocos, que se cuentan con los dedos de una mano, han podido combinar tres elementos indispensables: gran talento, gran carisma y buena fortuna, no necesariamente en ese orden.

el faro: Una reseña de Juan Domingo Arguelles, poeta chetumaleño, alude a la coincidencia del tema y personaje de su novela La noche, con el cuento “La feria” de Juan José Arreola y con una crónica de López Velarde sobre los poetastros que abundan, ¿abundaban?, en la provincia mexicana. La noche es de 2007. Sus páginas pasan en limpio la andadura vital de un personaje escritor, poeta, y la apabullante soledad vinculada al fracaso, a pesar de una fama tristemente ganada a punta de halagos poéticos al poder y premios literarios obtenidos por influencia. ¿Cuál es la motivación de esta novela satírica y trágica al mismo tiempo?

AR: La realidad lamentable que se vive en el lugar donde vivo। Pero las metrópolis tampoco se salvan de eso: digamos que lo que pretendí mostrar fue un microclima a través del cual se pudiera observar el estado del tiempo general. Y el pronóstico es tan catastrófico que te hace ver como deseable el cambio climático.

el faro: Es inevitable aludir a la UNAM, a la Facultad de Filosofía y Letras, en donde estudiaste hace años -y donde el entrevistador cursó mucho después la misma carrera: Lengua y Literatura Hispánicas-. ¿Cómo ves hoy el Alma Mater, qué contactos tienes con el ámbito universitario?

AR: Es un orgullo, que se agranda más en la comparación con la proliferación industrial de tecnológicos privados y con la perspectiva de los afanes privatizadores (cristalizados en los recortes presupues-tales y demás agresiones sistémicas y sistemáticas)। Mis contactos quisieran ser mejores, pero salvo casos raros como mi gran afecto por Hernán Lara Zavala, se reducen a lo meramente diplomático.

el faro: ¿Consideras que hay una obra mayor en la producción tuya publicada hasta ahora? ¿O es una tarea que le dejas a la crítica literaria y al futuro?

AR: Lo tengo que dejar a los lectores। Porque para mí la obra mayor es siempre en la que estoy trabajando. Es como en el caso de los enamoramientos…

el faro: Sabemos que tu estrecho vinculo con el estado de Quintana Roo, cultural y literario, que tus viajes para impartir talleres, seminarios, son frecuentes y que sin tomar agua de curvato ya pasas buen tiempo en estos lares. ¿Alcanzas a vislumbrar una veta literaria estatal?

AR: Vetas de oro. Ríos subterráneos. Venas transparentes. Veo mucho talento, muchísimo talento. Y no hablo de los poetas indiscutibles, como Juan Domingo y (Javier) España, por supuesto, o como el menor Aguilar (Luis Miguel) o el recién aparecido Wildernaín. Limitándome a los narradores te menciono, porque lo tengo a la mano, tan fresco de hace menos de 24 horas, el ejemplo del taller que concluimos: tu texto y el de Arturo, y lo que hicieron estas señoras preciosas, Nancy y Rosaura, y el texto de Toribio, todos dignos de cualquier buena antología. Pero además de ustedes están el propio Toribio Cruz, Raúl Arístides, Primitivo Alonso, Elvira Aguilar, don Javier Gómez Navarrete, algunos chavos de la UQRoo que seguramente no conoces (ahorita recuerdo a uno de nombre Márlom, asi con M y acento) y otros que yo no conozco. Y el caso de Bonampak, que es muchísimo más que literario, la promesa de que puede existir el futuro… Lo que me preocupa, o al menos esa es mi percepción, es la falta de lecturas en casi todos. ¿Sabes cuántos me han leído o se han leído entre ellos?