Madre, ahora si la lejanía es irremediable.
Tu voz no será nunca más la dulzura.
Ni el consejo sabio.
Ni el ejemplo.
Ahora es tu recuerdo,
la angustia de no poder abrazarte.
Este exilio nos mata de a pocos, Madre.
Ahora me mató el ser más querido.
La orfandad del exilio me asalta
puedo decir que el retorno es inútil.
Que el tiempo cobró su cuota:
Pasó y nos laceró sin remedio.
Ay Madre,
Sabes que nunca estuve lejos,
tan sólo era la maldita geografía
tan sólo era la distancia
tan sólo era mi soledad de ti.
Las palabras son mi fuerza,
pero el sentimiento no son lágrimas
Son dolores y alegrías.
Las que te vi en los ojos frente al mar Caribe.
Ay Madre, la vida se nos va contigo
pero debemos vivir también.
Vivir contigo en el pensamiento.
Vivir para que vivas.
Vivir para que nunca estés ausente.
Vivir con el dolor de tu partida.
Y esperar nuestro derrotero.
Ay Madre, la vida se nos fue contigo,
el más preciado amor quedó en nosotros
y tu ausencia es un ciclo
que jamás podremos detener.
Ay Madre, desde la lejanía te añoro:
Peor que este exilio es tu irrevocable, infinita ausencia.
Sábado 27 de junio de 2009, En memoria de Carmen Evelia Beltrán
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