lunes, 11 de junio de 2012


 Ahora sí la lejanía es irremediable.
    Tu voz no será nunca más la dulzura.
    Ni el consejo sabio.
    Ni el ejemplo.

Ahora es tu recuerdo,
la angustia de no poder abrazarte.

Este exilio nos mata de a pocos, Madre.

Ahora eres más ausencia: tú, mi ser más querido.

La orfandad del exilio asalta:
es inútil decir que el retorno es inútil.
El tiempo cobró su cuota:
su lanza nos laceró sin remedio.

Madre
Sabes que nunca estuve lejos,
tan sólo era la maldita geografía,
la distancia,
la soledad de tus palabras.

El sentimiento no es asunto de lágrimas:
traza rayos de doliente duelo,
es zarpa feroz que no mella tu alegría.

Evoco palabras que leí en tus ojos
frente al mar Caribe.

Madre
la vida se nos va contigo
y ahora debemos vivir también.
Vivir para que vivas.
Vivir para que nunca estés ausente.
Vivir con el dolor de tu partida.

Y esperar nuestro fatal silencio.

Madre
la vida se nos fue contigo,
ningún sueño borra lo esencial,
tu ausencia es un ciclo
que jamás pensamos detener.

Ay Madre,
¿Cómo ser amigo de festejos,
si desde la lejanía te añoro?
Peor que este exilio es tu irrevocable,
infinita ausencia que duele infinita.

                                                 Sábado 27 de junio de 2009

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